La culpa la tienen los payasos

viernes, 12 de marzo de 2010 en 18:57


"Sin saber que era imposible, fue y lo hizo"

La ilustración y frase pertenecen a Maité Esteban, una payasa de Buenos Aires. Lo vi colgado en una de las paredes de la sala de documentación de mi trabajo y me llamó la atención. 


Es la esencia del clown, el ridículo como forma de expresión y la risa como anestésico antídoto. El mensaje me gusta, pero no todo en los payasos es juegos y diversión; también es drama y  tragedia. Hay personas que sienten absoluta aversión a todo lo que tenga que ver con estos personajes circenses. Coulrofobia lo llaman. Puede que "It" de Stephen King tenga algo que ver en ello, en mi familia hay un caso. Lo entiendo, la mayoría esconden un punto de siniestralidad bajo esa pintura blanquecina y esa sonrisa simulada. Y es que no hay nada más inquietante que un payaso triste. Un ejemplo es el payaso que siempre está sentado delante del escaparate del Zara de la calle Princesa pidiendo dinero para poder pagar su hipoteca, con su mirada atribulada e impenetrable. Cada vez que paso por allí cargada de bolsas se me encoge el alma, pero ya es tarde: también llevo el bolsillo demasiado encogido para soltarle una monedita. De todos modos, si acaso prefiero darle algo de chatarra al violinista de Ciudad Universitaria, que a veces toca canciones de Disney. Mientras que no le dé por tocar la canción de Dumbo en la que se emborracha y los elefantes rosas le atosigan, todo está controlado, porque creo que no hace falta que diga quién dejó la botella de vino al lado del agua del pobre animalito.